SANTO DOMINGO (R.
Dominicana).- Pese a la drasticidad de las medidas sugeridas en la
propuesta de reforma tributaria preparada para el gobierno por la
Dirección General de Impuestos Internos (DGII) con el aval del
Ministerio de Hacienda, los recursos que se obtendrían en 2013 son
apenas el 2 % del producto interno bruto, a todas luces insuficiente
para cerrar la brecha del 5 % que representa el actual déficit fiscal.
En
el apartado “Efecto estimado de las medidas”, página 62, los autores de
la propuesta calculan en 31,676 millones de pesos los recursos que las
medidas agregarían el año próximo. Sumados 16,446.7 millones de los
ingresos propios de instituciones gubernamentales, se obtendrían
48,122.8 millones, muy por debajo de los 110 mil millones en que,
calculan numerosos economistas, se situará en diciembre el déficit
fiscal.
Este bajo impacto inmediato de la reforma plantea
serios problemas a la administración del presidente Danilo Medina en sus
negociaciones de un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario
Internacional. Roto el anterior en diciembre de 2011 con la expresa
intención del gobierno de no tener límites en el gasto durante el
período electoral, Medina y su equipo podrían no encontrar argumentos
que convenzan al organismo internacional de que cuentan con márgenes
confiables para equilibrar la situación durante el año o dos años que
dure el eventual próximo acuerdo.
Para este año 2012, el FMI
había previsto que el déficit alcanzaría el 1 % del PIB, equivalente a
unos 22 mil millones, alrededor de una tercera parte de los 60 mil
millones gastados solo en los primeros cinco meses del año para
asegurarle el triunfo electoral al Partido de la Liberación Dominicana.
Economistas
consultados por 7dias.com.do destacan que el poco satisfactorio efecto
de las medidas incluidas en la propuesta de la DGII viene a demostrar el
que llaman “poco espacio de la economía dominicana para generar nuevos
ingresos”, es decir, su rigidez fiscal. Dato que permite plantear la
hipótesis, de todas maneras improbable, de que si el FMI acepta para
2013 un déficit del 3 % del PIB, este deberá ser cubierto con deuda, en
el mejor de los casos.
Si esta salida fallara, al gobierno le
quedan dos opciones, según estos economistas: eliminar el subsidio al
sector eléctrico, que le aportaría un 1,5 % del PIB, y una drástica
reducción del gasto en personal de la administración, eliminar el
“barrilito” y reducir la transferencia a los ayuntamientos, lo que le
procuraría el 1,5 % restante. Ambas opciones aportarían cerca de 62 mil
millones de pesos.
Aunque plausibles, y la primera de ellas
recomendada de manera consistente por el FMI, estas medidas tienen un
costo político que muy probablemente Medina evitará pagar.
A
mediados del año pasado, cuando todavía no se vislumbraba el rompimiento
del acuerdo, el FMI dijo, con ocasión de la quinta y sexta revisiones
del “stand by”, que entre diciembre de 2010 y finales de marzo de 2011,
los subsidios, especialmente el eléctrico, habían contribuido a
deteriorar el resultado fiscal.
El 25 de mayo de 2011, el
ministro de Economía, Planificación y Desarrollo, Temístocles Montás,
reconocía que el subsidio eléctrico “enturbiaba” las aludidas revisiones
e impedía su aprobación. Seis meses después, el tema se convertía en
instrumento político de campaña, cuando el gobierno justificó el
rompimiento del acuerdo con su negativa a subir la tarifa eléctrica,
condición planteada por el organismo internacional. Se dijo entonces que
la propuesta recibida por Leonel Fernández y su equipo económico fue la
de incrementar la tarifa en un 18 %.
Un poco de historia
Un
documento publicado el 4 de noviembre de 2011 por 7dias.com.do da
cuenta de que el alza tarifaria fue incluida por propio gobierno en la
carta de intención de la quinta y sexta revisiones, y suspendida después
por consideraciones meramente políticas.
Escrito de manera
personal por el jefe de misión Alejandro Santos a Héctor Valdez Albizu,
Daniel Toribio y Temístocles Montás, el documento en cuestión les
recuerda que la adopción por ley de la tarifa técnica y la introducción,
también por ley, de un mecanismo de flexibilización de la tarifa
eléctrica constituían metas estructurales establecidas por ellos.
“En
discusiones con Ana Beatriz –dice Santos—, hemos pensado en un plan que
podría resolver el tema después de escuchar las restricciones políticas
y las preferencias de ustedes, que les quisiéramos compartir. Pensamos
que la tarifa técnica se podría introducir en 3 etapas en los siguientes
10 meses (antes de que la administración concluya)”.
En una
nota a pie de página, Santos escribió lo siguiente: “La meta del déficit
corriente del sector eléctrico nunca se ha cumplido desde su
introducción en diciembre 2010. El déficit eléctrico a junio 2011 fue 3
veces más alto al programado y existe un alto riesgo que no se cumpla a
septiembre 2011 después de una modificación substancial de la meta en
julio 2011. La meta de no atrasos a los generadores eléctricos no se ha
cumplido en varias ocasiones incluyendo marzo 2011 y entendemos que
tampoco se cumplió más recientemente en septiembre 2011. La meta
estructural sobre el aumento en los clientes regulares de las EDEs a
2.15 millones a junio 2011 tampoco se ha cumplido (se llegaron a 1.88
millones en agosto, 12 por ciento menos 2 meses después). Las mismas
metas a la tarifa técnica y la flexibilización son una readaptación de
una meta estructural no cumplida que era la introducción de la tarifa
indexada a diciembre 2010 (que es alrededor de 10 por ciento superior a
la tarifa técnica). Todas estas metas vienen de una estrategia diseñada y
publicada por ustedes mismos, no son metas o condiciones que la misión
haya diseñado (ver:
http://transparencia.cdeee.gob.do/wfPlanEstrategico.aspx )”.
Aunque
los presupuestos políticos han cambiado de forma, que no de fondo,
desde las alharacas de finales de 2011, el alza de la tarifa eléctrica
continúa siendo neurálgica todavía hoy. Lo que se vislumbra en el
horizonte de las actuales negociaciones entre el FMI y la República
Dominicana es un verdadero pulso que, muy probablemente, y con
independencia del resultado, termine con una víctima ajena a los
contendores: una población a la que harán pagar los platos rotos de un
gasto público desbordado por los intereses políticos.
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