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Hay una íntima zona donde converge la amistad, el cariño, el respeto, la
admiración, el deseo de que se mantengan fuertes y vitales. Pienso en
viejas mujeres de fuego, como Isis Duarte, con quien me estrené
académicamente en la UASD, de quien fui asistente por varios años.
Recuerdo a otras sociólogas refrescantes, como mis profesoras Irma
Nicasio y Martha Olga García.
En aquellos tiempos también me tocó trabar amistad con Chiqui Vicioso,
una de las creadoras e intelectuales más coherentes y productivas que
hemos tenido en los últimos cuarenta años.
De lejos, también estaba una de las grandes mujeres del siglo XX, doña Aída Cartagena Portalatín.
En aquellos años de estudios míos de Sociología, había una gran
complicidad con estudiantes de Ciencias Políticas y de Antropología. Las
redes llegaron a extenderse hasta España, donde Gina Gallardo y María
Paredes realizaban un intenso trabajo con la comunidad de inmigrantes,
en lo teórico y lo práctico.
Dentro de los nombres que primero surgieron en las aulas o las cafeterías, y que luego tuvimos que subrayar por la calidad de sus exposiciones y su coraje civil, hubo dos en especial: el de Tahira Vargas y el de Olaya Dotel
Necesitamos su voz, sus análisis, su presencia. Que las mentes
calenturientas de nuestros paleros intelectuales entiendan que la
sociedad dominicana ya no está para semejantes prácticas de aniquilación