martes, 6 de agosto de 2013

¿Mirando hacia el Cuartel?‏

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¿Mirando hacia el Cuartel?

Tony Raful
La miopía política no permite visualizar el conjunto de secuelas negativas para la democracia dominicana que supondría la destrucción definitiva del Partido Revolucionario Dominicano. La idea de que la inhabilitación del PRD como opción de poder favorece la prolongación indefinida del partido de gobierno, constituye una apreciación errada, carente de sustentación histórica. La democracia es el ejercicio de la lucha política dentro del contexto de la pluralidad de fuerzas. La actual división del PRD deja sin contrapeso opositor al gobierno, tratándose de la principal fuerza política del país. Evidentemente que se obtiene una ganancia súbita en cuanto se gobierna sin problema aparente, en cuanto cuestionamiento de las políticas públicas o de acciones gubernamentales, aletargando la reacción social popular de enfrentamiento político. Es un espejismo. La prolongación del vacío opositor genera búsquedas de representación por dónde canalizar el descontento social.
Dada la experiencia traumática electoral dominicana, no hay posibilidad inmediata de que ninguna otra fuerza electoral pueda constituirse en el polo opositor, fuera del mismo PRD. El gobierno se encargó de engullir hasta disminuir a una presencia simbólica al Partido Reformista Social Cristiano, cuya capacidad de recuperación está limitada por el engrosamiento masivo de casi toda su dirigencia en el tren gubernamental. El país reclama una oposición firme, decidida, frontal, que active la democracia y le proporcione vitalidad a sus instancias de representación sectorial y de clases. Constituye un juego peligroso el estimular e incentivar la división del PRD, cuando lo conveniente para la gobernabilidad es tener un PRD fuerte, que sirva de interlocutor válido para transar o llegar a acuerdos en beneficio de la paz y de la sociedad, cuando se desbordan las pasiones e irrumpe el caos.
El aniquilamiento del PRD arrastrará el sistema de partidos en el país, desarticulará todo el proceso de garante democrático que sustenta hasta ahora, con sus altas y bajas, la convivencia y el ejercicio de los derechos ciudadanos. No es posible que un partido gobierne indefinidamente un país sin oposición responsable, sin sufrir las consecuencias de tal desatino. Incluso gobernando un país con oposición, su larga permanencia en el poder termina agotando las expectativas de cambio, como ocurrió con el PRI de México. La experiencia venezolana es altamente ilustrativa. COPEI, el partido de la democracia cristiana y Acción Democrática, el partido de la social democracia (el partido análogo al PRD), mantenían un equilibrio de poder en democracia, pero sus actuaciones desacertadas y su falsa creencia de que el Poder le era eterno, por los recursos de que disponían, y ante el vacío de opciones responsables electorales que pudieran disputarles el poder, no advirtieron que el país venezolano, hastiado de la politiquería, miró hacia el Cuartel, y allí surgió Chávez.
Las contradicciones en el PRD hasta ahora carecen de contenido ideológico, son esencialmente personales, grupales y de ambiciones presidenciales. José Francisco Peña Gómez dejó como legado antes de morir las instrucciones de forjar un liderazgo colegiado, integrado por representantes de fuerzas sociales. Si la discusión fuera sobre políticas públicas, sobre la orientación de beneficios a los pobres, sobre el adecentamiento del Estado, entonces estaríamos enriqueciendo las alternativas de diferenciación ideológica. El PRD está obligado a buscar salida a su crisis, y tanto los compañeros Miguel Vargas como Hipólito Mejía, así como los dirigentes de mayor principalía, tienen que recurrir a la consulta democrática de las bases de la organización, para que el PRD remoce su dirigencia, y eche a andar la maquinaria del combate opositor sin complacencias ni acuerdos de aposentos. Esa es la contribución a la sociedad dominicana que mejor sería valorada, porque la crisis del PRD es una crisis de la sociedad en su conjunto y del sistema de partidos. De lo contrario, el peligro se agigantará incontenible, y muchos mirarán equivocadamente hacia el Cuartel procurando esa figura mesiánica, que en el inconsciente colectivo de la comunidad, espera su turno para “salvar a la nación”.

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