lunes, 7 de enero de 2013

Programa de alfabetización inicia con algunos cabos sueltos



Pedro Luis Castellanos.
Mary Cantisano.
María Teresa Cabrera.

 
SANTO DOMINGO (R. Dominicana).- El Programa Nacional de Alfabetización “Quisqueya aprende contigo” comienza este lunes como la única iniciativa del gobierno del presidente Danilo Medina, que no adolece del más mínimo rechazo, pero sí surge con las angustias que le imponen las debilidades institucionales y la presión propia de la tradición politiquera y clientelista.
Por el momento, no existe sobresalto financiero, pese a la severa crisis económica que ha puesto en evidencia el mandatario, dado que los recursos necesarios para la iniciativa, que pretende eliminar la afrenta de una alta tasa de analfabetismo  -850,000 iletrados- están asegurados presupuestariamente, luego del decreto presidencial 546-12, que declara de alto interés nacional la alfabetización de las personas de 15 años y más, y la superación del analfabetismo en todo el país.
El 4 % dispuesto para la educación preuniversitaria y la rápida erogación de miles de millones de pesos para la construcción y reparación de escuelas y otras infraestructuras educativas, así lo confirman.
Sin embargo,  las preguntas sin respuestas sobre cuestiones esenciales para un plan de tal envergadura, que obliga a una gigantesca movilización y a una minuciosa labor organizativa, administrativa e institucional sin precedentes, tiene en las metas establecidas y en los parámetros de la planificación, varias encrucijadas.
La búsqueda de respuestas conducen al despacho de Pedro Luis Castellanos, director de Programas Especiales de la Presidencia y coordinador del equipo técnico del Plan, quien admite que “no todos los cabos están atados, siempre habrá sorpresas, pero hay que confiar en la capacidad de las instituciones”. En esa lógica,  no aventura tasa de deserción alguna. El propósito es que, en dos años, será alfabetizada la población iletrada, tolerando que solo quede fuera de la meta el 3 %.
En medio de la euforia, su respuesta es tajante: “Mediante el Plan Quisqueya Aprende Contigo se espera que en dos años sean alfabetizadas 850,000 personas mayores de 15 años, lo que reduciría la tasa de analfabetismo a menos de un 3 %, porcentaje exigido por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) para declarar erradicado el analfabetismo en un determinado territorio o país”.
Y en efecto, Mirian Camilo, directora de Educación de Adultos del Ministerio de Educación, está confiada en que la ejecución del denominado Modelo Flexible de Educación Básica de Adultos, con el que iniciarán la jornada en todo el país, garantiza la permanencia de los beneficiarios del proyecto, “porque trabajaremos desde una estructura modular, no escolarizada, y los horarios, lugares y días escogidos para el aprendizaje lo serán  con los propios grupos de apoyo y ajustado a su conveniencia a partir de sus labores cotidianas”.
El entusiasmo de los funcionarios involucrados en el plan no es compartido por la maestra María Teresa Cabrera, para quien el tema de la metodología podría constituir el gran problema para enfrentar la deserción no contemplada por los promotores del proyecto, en el entendido de que los adultos aprenden de manera distinta a los niños. Se pregunta “qué tan interesante resulta para que  quienes se integren no abandonen la experiencia. Hay que hacer de eso un espacio rico, que los participantes se sientan protagonistas y será importante el nivel de entrenamiento de los facilitadores y su papel posterior frente a los iletrados”.
La educadora Mary Cantisano va más lejos en su preocupación por el problema  y destaca la ausencia de un diagnóstico  que determine, entre otras cosas, la población a alfabetizar, así como un plan claro en términos de contenido para la lecto-escritura.
Aun cuando pondera como positiva la iniciativa,  entiende que no queda claro  cómo se manejará, por ejemplo, el contexto geográfico en que se desarrolla cada ciudadano, así como los responsables de su formación, que en muchos casos recaerá sobre personas que también necesitan formarse.
Esa no es una preocupación para  Mirian Camilo, pues  asegura que  tienen un perfil muy claro al momento de seleccionar a los alfabetizadores, priorizando a universitarios que han terminado su carrera y otros de nivel menos avanzado, así como estudiantes de educación, entre otros grupos.
“Para el entrenamiento se han preparado 583 capacitadores, quienes prepararán a los alfabetizadores –añade—. Para ello han conformado un equipo en cada provincia en coordinación con las juntas provinciales y municipales, en donde han recibido el apoyo de los directores regionales del Ministerio de Educación, además del de personas diplomadas en educación y de jóvenes y adultos”.
Tampoco es motivo de preocupación para Pedro Luis Castellanos, quien dice que la iniciativa no es hija de la espontaneidad. Recuerda que previamente hubo intercambio de experiencias con organizaciones que han trabajado en esos procesos, “metodología, materiales usados para recuperar esas experiencias y luego se trabajó con unas 300 personas especializadas en educación de adultos  para implementar una metodología psicosocial. Con esos aportes se contactó un equipo técnico que elaboró el material que se va a utilizar, además del apoyo de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), técnicos cubanos y de la UNESCO, entre otras entidades”.
Igual que Camilo, pone de relieve el perfil de los alfabetizadores, que  según dice fue consensuado con todas las organizaciones  involucradas en el proyecto. Se trata, reitera, de estudiantes y profesionales que de manera voluntaria dedicarán unas seis horas semanales a la actividad, mientras que en la zona fronteriza se trabajará de manera coordinada con el Cuerpo Especializado de Seguridad Fronteriza Terrestre (CESFRONT), La Universidad Autónoma de Santo Domingo y organizaciones comunitarias.
Destaca que el entrenamiento se ha realizado en tres fases: un núcleo central de personas entrenadas en capacitación de adultos –unas 50 personas-, quienes, a su vez, en cada provincia prepararon un equipo a través de talleres para entrenar a los alfabetizadores.
Recalca que la metodología se aplicará a través  del  método psicosocial adaptado a la realidad nacional, y que parte de la problematización de la vida cotidiana. “El material fue hecho en el país y adecuado a nuestra realidad, haciendo hincapié en los derechos y deberes de la ciudadanía y en el problema de la identidad, para terminar en los proyectos individuales”.
Camilo destaca el uso de manuales con los que han trabajado otras instituciones vinculadas al sector; a partir de ellos se elaboró un “texto guía para orientar el aprendizaje”, en el que se ha procurado la inclusión de temas que tengan sentido para los iletrados. “El texto cuenta con seis unidades y cada una de ellas tiene cuatro lecciones, incluyendo las necesidades de la gente, como documentos que los identifican, pasaporte, cédula, entre otros, así como los temas de medio ambiente, derecho al trabajo y características del país”.
Lo  cierto es que  la sensibilización de la población que debe ser movilizada constituye un reto especial, toda vez que se necesita desplazar a más de cien mil personas durante todo el proceso, incluyendo alrededor de 85,000 guías de alfabetización, sus supervisores y supervisoras, el personal asistente, la estructura burocrática y el personal de apoyo, especialmente cuando se habla de que es un esfuerzo voluntario, cubierto solo en sus demandas operativas.
¿Cómo identificar e integrar a los iletrados?
La iniciativa  tiene el desafío de la incertidumbre respecto al número de la población iletrada, su ubicación, sensibilización y motivación. Sin embargo, tanto Camilo como Castellanos refieren que se tomó como punto de partida las cifras generales del Censo Nacional de 2010 y las proyecciones de 2003, así como las informaciones del Sistema Único de Beneficiarios (SIUBEN), los cuestionados padrones de los partidos políticos y la base de datos de la Junta Central Electoral.
Y todo estaría muy bien, a no ser porque, en ningún caso, estos instrumentos fueron elaborados con la orientación específica de identificar la población iletrada. Más aún, se habla de un plan que inicia con jóvenes de 15 años, imposibles de ser captados en los datos de la JCE. Es decir, que como en efecto admiten los propiciadores del proyecto, no existe un diagnóstico, lo que plantearía serios desafíos para la localización “in situ” de la población meta del plan.
En ese sentido, Mirian Camilo admite que ante la falta de un diagnóstico preliminar se apoyarán en los grupos comunitarios que van más allá de las juntas municipales y el personal del ministerio en cada localidad. “Esos trabajadores voluntarios, en base a un formulario elaborado, constatan la situación para hacer una especie de registro de los iletrados e integrarlos en los núcleos de aprendizaje”. Para ello, dice, “se irá casa por casa y aunque la cifra que tenemos es de 850,000 analfabetas, nos preparamos para alfabetizar un millón en dos años”.
Como otros consultados, la profesora María Teresa Cabrera considera que el entrenamiento de alfabetizadores ha sido muy rápido y requerirá ajustes porque no saber de entrada dónde están los analfabetas plantea un problema cuya solución requiere tiempo. “En verdad, todo se está haciendo en un tiempo récord. Al parecer, será sobre la marcha que se identificará a los iletrados que, aun cuando no están en una lista, se pueden identificar por las zonas donde hay más concentración de personas y, por supuesto, pobreza”. 
También Castellanos  admite la ausencia de un diagnóstico previo para identificar a los iletrados, pero destaca la colaboración de las universidades incorporadas al proceso como una cantera importante de datos, al igual que las organizaciones sociales. Refiere el cruce de las bases de datos del SIUBEN -personas más pobres-, JCE, datos de los partidos políticos y organizaciones que hacen trabajos locales en las comunidades, así como las cifras arrojadas por el último censo como primer esfuerzo. El segundo elemento que destaca es la utilización de los estudiantes de liceos en la captación de personas para ser alfabetizadas  como parte de su trabajo social.
El funcionario hace énfasis en la cobertura del programa y con orgullo expresa que  “se trata de un programa con presencia nacional, con una metodología de descentralización para un proyecto que ya se había pensado desde hace dos años como parte del programa de gobierno del actual presidente sobre el sistema educativo, tomando experiencias de Bolivia, Ecuador, Cuba, Brasil, además del apoyo de organismos internacionales; es decir, que no es un proyecto improvisado”, aunque a seguidas admite que “no todo está previsto”.
Lo cierto es que si el programa iniciará este lunes con 6,000 grupos de iletrados, habrá que suponer la incorporación de cerca de 600 grupos cada mes durante 24 meses consecutivos para cumplir la meta oficial de analfabetismo cero en dos años.
¿Cómo se hará el monitoreo a los alfabetizadores?
Los principales directivos de la Junta Nacional Alfabetizadora no tienen claro el proceso de monitoreo de las personas que realizarán el trabajo de alfabetización. Ese es un aspecto para el que tampoco tienen respuesta precisa. Mirian Camilo entiende que, sin que haya nada preconcebido, “se realizarán encuentros de retroalimentación e intercambio de experiencias en medio del trabajo que van realizando para enriquecer la experiencia. De esa forma trataremos de consolidar las estructuras provinciales, identificando los elementos que deben ser reforzados, líneas de motivación, ubicación de personas para alfabetizar, proceso de formación continua”. Es decir, una especie de “arreglo de la carga en el camino”.
Castellanos grafica la situación: “Iremos como la cebolla, de lo conocido a lo más complicado. Admito que un núcleo duro de trabajar serán los discapacitados, pero para ello ya estamos trabajando con CONADIS, quien diseña un  plan para esa población. Otra dificultad son los adultos mayores, pero nos apoyamos en el Consejo Nacional de  Personas Envejecientes”, pero confía, pese a todo, en una alta participación.
Otro elemento de preocupación en el proceso es la sobredeterminación en la conducción directa en los municipios y provincias de actores de las instancias del poder y no de personal especializado. De hecho, esto pone frenos a la participación protagonista de las entidades y organizaciones sociales.
En ese sentido, la profesora Cabrera expresa el temor de que un proceso que ha sido ponderado y aceptado por todos sea contaminado por el partidarismo, ya que muchas personas dispuestas a integrarse en la intención de colaborar  podrían no hacerlo por temor de que se reproduzca en los municipios la actitud de los directores de distritos escolares que han afectado el sistema educativo nacional.
En este sentido se expresa el sacerdote Mario Serrano, miembro de la Coalición Educación Digna y directivo del Centro Bonó. Para él es necesario esperar el desarrollo del programa, el número de involucrados en la primera fase y sobre todo, que no se politice el proceso.
En esa línea también razona la educadora Mary Cantisano, quien dice que el hecho de que sean los senadores quienes lideren las juntas  en las provincias potencia la iniciativa como un proyecto político-peledeísta, obviando los distritos del ministerio a los que había que seleccionar.
Mirian Camilo afirma que se trata de un Proyecto-país que se anima desde una Junta Nacional de Alfabetización que es diversa y en la que todas las instancias gubernamentales se han ido integrando, “pero también las universidades, todas, están integradas en las diferentes provincias, mientras se han ido conformando juntas provinciales compuestas por los senadores, regionales de Educación, alcaldes, organizaciones de la sociedad civil e iglesias”.
Ante esos temores, Castellanos  explica que no se trata de un plan gubernamental sino de un proyecto de composición muy diversa que funciona como Junta Nacional de Alfabetización.

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