Hace casi cuatro años, el
entonces jefe policial, mayor general Rafael Guillermo Guzmán Fermín, anunció
con bombos y platillos el desenlace de una historia que mantuvo en vilo a la
población durante meses: la muerte, en un supuesto intercambio de disparos, de
dos de los sindicados cabecillas del presunto secuestro de Eduardo Baldera
Gómez, hijo de un casacambista de Nagua, en la provincia María Trinidad
Sánchez.
Con mucho orgullo, el cuestionado
jefe policial ofreció en persona la noticia: “Tenemos en este momento a equipos
de la policía nacional cercando a dos de ellos y hay enfrentamientos. En estos
momentos nosotros estamos de camino hacia allá”.
Del caso quedaron muchos cabos sin atar. Uno de ellos fue la “fuga” del supuesto secuestrado Eduardo Baldera. La evasión, narrada por él mismo, necesitó de un simple “palito” para producirse, pese a las afirmaciones de Guzmán Fermín de que éste había sido rescatado por la policía. Las contradicciones entre ambas narraciones crearon serias dudas en la opinión pública.
Y
todo hubiese estado muy bien; pudo haber sido uno más de los tan cuestionados
“intercambios de disparos” en los que la policía decide sobre la vida de las
personas. Pero el protagonismo de Guzmán Fermín en los medios de comunicación,
anunciando que los vinculados al supuesto o real secuestro habían muerto en un
intercambio de disparos, fue desmontado cuando el periódico
quisqueyadigital.com publicó las fotos de William Batista Checo en el momento de
ser apresado, sano y salvo, por la patrulla a las órdenes del jefe
policial.
Las dudas y preguntas sin
respuestas que rodeaban el caso se profundizaron y el descreimiento se impuso.
Fue necesario determinar los hechos, y desde la Procuraduría General de la
República se nombró una comisión que los investigaría. Los resultados de la
misma fueron concluyentes.
“La versión emitida por los
integrantes de la patrulla de la Policía Nacional, en el sentido de que en fecha
10 del mes de octubre del año 2009, se produjo un intercambio de disparos en el
Callejón de los Artiles, del Paraje Baitoa, del municipio de Villa Vásquez,
entre los agentes policiales y los señores William Jesús Batista Checo y Cecilio
Díaz, no se corresponde con la verdad porque esos señores fueron apresados
vivos”, decía el informe.
Es
decir, el informe confirmó que Guillermo Guzmán Fermín mintió al país cuando
dijo que Cecilio Díaz y William Jesús Batista Checo murieron en un
enfrentamiento, cuando la verdad es que fueron apresados vivos por los alcaldes
de Villa Vásquez y Los Conucos, y entregados a la policía.
Para los comisionados de la
Procuraduría, la cuestión estuvo muy clara: “No es posible que se halla
producido el citado enfrentamiento a tiros, porque los dos integrantes de la
banda de secuestradores que tenían bajo cautiverio al joven Baldera estaban
arrestados, esposados y desarmados”.
Así las cosas, se recomienda el
sometimiento a la justicia del teniente coronel de la Policía, Alberto Trejo
Pérez, y los mayores de la misma institución, Jesús Rafael Tejada Tejada y
Franklin E. Santana Martínez, así como los segundo teniente José Luis Peralta
Valentín, Catalino de Jesús Pérez y el alférez de navío Ramirito Dome Nina, no
así de quienes impartieron la orden de la ejecución.
Hay que recordar que Guzmán
Fermín, cumpliendo órdenes del entonces presidente Leonel Fernández, ascendió de
rango a los “héroes” que participaron en el “intercambio de disparos” en el que
ejecutaron a Batista Checo y a Díaz. El general Hernández Méndez, quien
participó en la investigación de la Procuraduría, no corrió la misma suerte y
fue cancelado.
Casi cuatro años después, la
Procuraduría General de la Republica presenta formal acusación contra los
policías involucrados, fundamentada en el expediente que incluye el resultado de
las investigaciones de la comisión designada en aquel momento para esclarecer
las circunstancias del hecho. Sin embargo, quien habría dado la orden de
ejecución no es mencionado; es decir, Guzmán Fermín.
Del caso quedaron muchos cabos
sin atar. Uno de ellos fue la “fuga” del supuesto secuestrado Eduardo Baldera.
La evasión, narrada por él mismo, necesitó de un simple “palito” para
producirse, pese a las afirmaciones de Guzmán Fermín de que éste había sido
rescatado por la policía. Las contradicciones entre ambas narraciones crearon
serias dudas en la opinión pública.
Nunca se supo a ciencia cierta la realidad de lo sucedido. Habrá que esperar que esta vez salgan a la luz los puntos oscuros de una historia que, por lo inverosímil, rayó en lo absurdo.
Nunca se supo a ciencia cierta la realidad de lo sucedido. Habrá que esperar que esta vez salgan a la luz los puntos oscuros de una historia que, por lo inverosímil, rayó en lo absurdo.
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