José Alejandro Ayuso |
Se
les llama capital social a diversos factores extra económicos que
inciden en el progreso de los países y que refieren a la cultura de sus
pueblos. Según Kliksberg (2007) tiene por lo menos cuatro dimensiones
que analizaremos a la luz de la realidad nacional. La primera es el
clima de confianza en las relaciones interpersonales: ¿cuánto nos
confiamos los unos a los otros en el país? Como actitud ante el otro el
dominicano se muestra “chivo”, alegoría animal para definir la
desconfianza ante el prójimo. Esta cualidad negativa implica una
presunción de que “el otro me quiere engañar” lo que restringe las
transacciones económicas y aumenta los costos del “pleitismo”: ya la
“palabra empeñada” está ampliamente devaluada en el país y es demasiado
frecuente apelar a abogados, fiscales y jueves para dirimir conflictos y
hacer cumplir los compromisos entre las personas, ya sean físicas o
compañías.
El
segundo componente del capital social es la capacidad asociativa,
entendida como la disposición de una sociedad para construir formas de
cooperación entre los ciudadanos, desde las más elementales como
colaborar con un vecino o ceder el paso a los peatones en la calles,
hasta formas más sofisticadas como lograr un consenso sobre una
estrategia nacional para el desarrollo. Harto conocido el alto nivel de
conflictividad entre condómines que se presenta en los edificios de
apartamentos: cada uno pretende hacer lo que le venga en gana como si
viviese solo y en su casa. La reciente reforma constitucional puso de
relieve las “incapacidades sinérgicas” que dificultan a la sociedad
civil, a los partidos políticos y al gobierno del Estado concertar
acuerdos sobre temas vitales para la nación.
La
tercera dimensión es la conciencia cívica: cómo actúa o reacciona la
gente ante lo que es de interés colectivo, desde cuidar los espacios
públicos hasta pagar los impuestos. Prima la visión de que lo de todos
no es mío, por lo que preservar las áreas verdes sólo es responsabilidad
de las autoridades. Por el contrario, se invaden los terrenos del
Estado porque tengo “derecho” a hacer de propiedad privada lo que es un
bien público. Sobre honrar los tributos existe una coartada que no
justifica el incumplimiento ante la ley: el gobierno no “devuelve” los
tributos en servicios públicos de calidad o lo malversan los
funcionarios. Sobre el orden moral la situación sería discutible.
El
cuarto componente del capital social son los valores éticos
predominantes en una sociedad, los que se consideran absolutamente
decisivos a la hora de evaluar el desempeño de un país, en términos
positivos o negativos. Por ejemplo, los empresarios pueden ser “activos o
pasivos productivos” en función de si cumplen de forma efectiva o no
con la responsabilidad social corporativa que tienen hacia su país. Si
bien la cultura que genera el capital social es un ejercicio en
permanente construcción a través de la educación, es un hecho social que
hoy la corrupción está legitimada por la cultura nacional.
El
“Informe de Percepción de la Corrupción 2011” de Transparencia
Internacional establece la peor puntuación obtenida por el país desde su
inclusión en el mismo, lo que reafirma la “corrupción rampante” que nos
azota.
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